En la que el Chandler de Matthew Perry me ayudó a superar los momentos más duros de la primera adultez

Me siento sola en mi cama de matrimonio con su horrible edredón de cuadros, con la mirada perdida en la ventana de mi dormitorio mientras las hojas caen de los árboles. Sentados en mi regazo hay un libro de texto de 35 libras titulado «Agravios», un paquete de subrayadores amarillos nuevos y copias de esquemas con notas ilegibles que he vuelto a redactar por décima vez esa semana.

Aunque me había preparado mentalmente para que la facultad de Derecho fuera un reto, la intensidad y la carga de trabajo resultaron ser más difíciles de lo que jamás hubiera imaginado. En aquel momento, hace años, sentada en mi cama, todo me parecía una carga aplastante que apenas podía soportar: no era sólo la presión académica con la que estaba lidiando, sino también una relación turbulenta, con idas y venidas, unas úlceras agónicas que me impedían comer, y el aislamiento y la ansiedad en general.

El reparto de «Friends» y otras estrellas reaccionan a la muerte de Matthew Perry: «Tan absolutamente devastado»

En momentos como esos, siempre he encontrado consuelo en alguien conocido como «amigo» por muchos: Chandler Bing en la popular comedia de situación «Friends», interpretado por el fallecido actor Matthew Perry. Sé que suena absurdo lo mucho que significaba para mí un personaje ficticio de una serie de televisión (que se estrenó cuando yo tenía 3 años, nada menos), pero lo cierto es que Chandler era el amigo que aparecía por mí cada día. Haciendo honor a la canción principal de la serie, siempre estaba ahí para mí. Llegaba a casa después de un día brutal de clases en el que apenas podía seguir el ritmo, o colgaba el teléfono con mi mejor amigo después de analizar un montón de mensajes de mi ex, y él instantáneamente me hacía sentir mejor con sus ocurrencias sarcásticas perfectamente sincronizadas y sus torpes movimientos de baile.

Durante los 22 minutos de cada episodio de «Friends», me escapaba a un mundo en el que las mayores preocupaciones de Chandler eran intentar introducirse en un mundo de marketing con eslóganes mediocres o intentar repetidamente romper con su novia, Janice, con la infame carcajada. (Dios mío, qué eternidad). Me enseñó que nunca era demasiado tarde para empezar de nuevo, personal o profesionalmente, y que admitir tus defectos nunca te hace menos persona.

«Nos enseñó que la verdadera amistad no significa tener la cosa perfecta que decir o hacer, sino simplemente aparecer».

Nunca olvidaré el episodio de la sexta temporada «En el que Chandler no puede llorar», en el que su interés amoroso en pantalla, Monica, descubre que hace años que no llora, a pesar de necesitar esa liberación emocional. Finalmente, ver implosionar la tumultuosa relación de Ross y Rachel es lo que le rompe. Viéndolo durante los oscuros días de la facultad de Derecho, sentí profundamente el dolor de Chandler. Al igual que él, había estado conteniendo un estrés inmenso mediante el humor y la supresión. Y a veces basta un detonante para que la presa estalle. ¿La mejor lección que aprendí en gran parte gracias a Chandler? No pasa nada por sentir. Al fin y al cabo, sólo somos humanos.

Aunque adoraba los ademanes entrañables y relatables de Chandler en la pantalla, fuera de ella llegué a conocer las batallas que libró Perry a través de sus sinceras entrevistas y sus transparentes memorias. Sus luchas contra su adicción en el apogeo de la sitcom, así como sus muchos intentos de sobriedad, me hicieron respetarle aún más como intérprete y como persona. En televisión, Chandler era el más imperfecto, el más humano, del reparto; el personaje cuyas complejidades veíamos más, el más parecido a nosotros. También en su vida personal, Perry perseveró cada vez que llegaba a un punto de ruptura.

Cuando se conoció la noticia de la muerte de Perry a primera hora del domingo, sollocé y me afligí, a pesar de no haberle conocido nunca. Aunque era un desconocido, fue un reflejo instantáneo llorar la pérdida de un «viejo amigo», alguien que había sido una fuente de consuelo, camaradería y risas no sólo para mí sino para millones de fans de todo el mundo. Dio a la gente permiso para abrazar sus imperfecciones. Nos enseñó que la verdadera amistad no significa tener la cosa perfecta que decir o hacer, sino simplemente aparecer, una y otra vez. Demostró que el humor es una herramienta eficaz para aliviar el dolor, aunque sólo sea por un momento.

Mientras el mundo comparte sus recuerdos colectivos de Perry, una cosa es segura: ¿podríamos ESTAR más desconsolados? Seguiré volviendo a las reposiciones de «Friends» porque la calidez de Chandler me guiará inevitablemente en futuros momentos difíciles. Por ahora, sin embargo, adiós, Chandler Bing y Matthew Perry, y gracias. Saludad a Gunther de nuestra parte.

Fuentes de las imágenes: Getty / Michael Kovac / Everett Collection y Photo Illustration: Michelle Alfonso